No se puede prohibir, ni se puede negar
el derecho a vivir, la razón de soñar.
No se puede prohibir, ni el creer, ni el crear
ni la tierra excluir, ni la luna ocultar.
No se puede prohibir, ni una pizca de amor
ni se puede eludir, que retoñe la flor.
Ni el alma vibrar, ni el pulso latir
ni la vida en su andar, no se pueden prohibir.
No se puede prohibir, la elección de pensar
ni se puede impedir, la tormenta en el mar.
No se puede prohibir, que en un vuelo interior
un gorrión al partir, busque un cielo mejor.
No se puede prohibir, un impulso vital
ni la gota de miel, ni el granito de sal
ni las ganas sin par, ni el deseo sin fin
de reír, de llorar, no se puede prohibir.
No se puede prohibir, el color tornasol
de la tarde al morir, en la puesta del sol.
No se puede prohibir, el afán de cantar
ni el deber de decir, lo que no hay que callar.
Solo el hombre incapaz, de entender, de sentir,
ha logrado al final, su grandeza prohibir.
Y se niega el sabor, y la simple verdad
de vivir el amor, en total libertad.
Si tuviese el poder, de poder decidir
dictaría una ley, es prohibido prohibir.
Autor: Sandra Mianovich
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