Es nuestro instinto natural “saltar” y arremeter hacia alguien que nos asalta con críticas, acusaciones o juicios.
Nos justificamos o caemos en el mismo juego de la crítica y el juicio. Es un “a ver quién puede más” o quién tiene la razón. Y nunca acaba bien, porque si impones tu razón, suele ser menoscabando a tu adversario de alguna manera, y al final te acabas sintiendo culpable; y si no lo consigues, te habrás quedado exhausto emocional y energéticamente en el intento. Como si una ducha tóxica te hubiera caído por encima.
Saltamos como un resorte. Pero… ¿quién salta? ¿Qué parte de ti necesita defenderse? ¿De qué? Por qué?
Cuando reaccionamos, no estamos luchando contra nadie salvo contra nosotros mismos.
El otro no tiene nada que ver aquí. Ellos sólo te ofrecen su regalo. Tú decides si lo tomas o no.
Cuando no reaccionas, no estás “perdiendo”, no te estás doblegando, no estás permitiendo una situación que te molesta, muy al contrario, estás comprendiendo, desde una posición atenta y consciente. De ninguna manera es un signo de debilidad. Todo lo contrario.
Además te estás permitiendo un momento para el análisis, y para sentir, el enfado, el dolor o la rabia. La tendencia es a expulsarlos fuera de nosotros con la reacción, como siempre, que hacemos lo imposible por no sentirnos. Pero al sentirlos, y dejarlos, pasarán de ser emociones negativas, a emociones transformadas y autoconocimiento.
Reconocerás que las críticas, ya sean desagradables o no, son los propios sentimientos y opiniones de uno mismo proyectados. El dolor, las inseguridades, el Ego herido. Cuando te das cuenta que no es nada personal, entrarás en un estado de no reacción, y serás capaz de reconocer el por qué de la conducta del otro, porque te habrás visto en él.
Nos justificamos o caemos en el mismo juego de la crítica y el juicio. Es un “a ver quién puede más” o quién tiene la razón. Y nunca acaba bien, porque si impones tu razón, suele ser menoscabando a tu adversario de alguna manera, y al final te acabas sintiendo culpable; y si no lo consigues, te habrás quedado exhausto emocional y energéticamente en el intento. Como si una ducha tóxica te hubiera caído por encima.
Saltamos como un resorte. Pero… ¿quién salta? ¿Qué parte de ti necesita defenderse? ¿De qué? Por qué?
Cuando reaccionamos, no estamos luchando contra nadie salvo contra nosotros mismos.
El otro no tiene nada que ver aquí. Ellos sólo te ofrecen su regalo. Tú decides si lo tomas o no.
Cuando no reaccionas, no estás “perdiendo”, no te estás doblegando, no estás permitiendo una situación que te molesta, muy al contrario, estás comprendiendo, desde una posición atenta y consciente. De ninguna manera es un signo de debilidad. Todo lo contrario.
Además te estás permitiendo un momento para el análisis, y para sentir, el enfado, el dolor o la rabia. La tendencia es a expulsarlos fuera de nosotros con la reacción, como siempre, que hacemos lo imposible por no sentirnos. Pero al sentirlos, y dejarlos, pasarán de ser emociones negativas, a emociones transformadas y autoconocimiento.
Reconocerás que las críticas, ya sean desagradables o no, son los propios sentimientos y opiniones de uno mismo proyectados. El dolor, las inseguridades, el Ego herido. Cuando te das cuenta que no es nada personal, entrarás en un estado de no reacción, y serás capaz de reconocer el por qué de la conducta del otro, porque te habrás visto en él.
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