miércoles, 24 de octubre de 2018

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domingo, 25 de marzo de 2018

DOMINGO DE RAMOS

Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.
Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"
Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.
La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.
Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.
Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.
El día es llamado tanto “Domingo de Ramos” como “Domingo de la Pasión”.
El primer nombre proviene del hecho de que se conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando la multitud agitaba ramas de palmera (Juan 12:13).
El segundo nombre proviene del hecho de que el relato de la Pasión se lee en este domingo (que de otro modo no sería leído en un domingo, ya que el próximo domingo se trata de la resurrección).
La Semana Santa comienza entonces el Domingo de la Pasión o de Ramos, que une a la profecía del triunfo real de Cristo y el anuncio de la pasión.
La mitología judía dice que diez siglos antes había entrado en la ciudad construida por David su hijo Salomón montado en un borrico.
Las gentes de la ciudad aclamaron al hijo de David con gritos de “Hossana”, (que significaba:¡viva!).
Por otra parte, la profecía de Zacarías dice que el Rey de Israel entraría en la ciudad del monte Sión sobre el lomo de un pollino como rey de paz y como símbolo de los nuevos tiempos (un pollino en lugar de su madre).
La borrica simboliza al antiguo Israel, el pueblo de la Antigua Alianza.
El pollino aún no montado por nadie es la montura real y mansa del rey de la nueva alianza.
Era costumbre entre las gentes reunidas para la Pascua recibir con gritos y cánticos a los nuevos grupos que llegaban.
Los Reyes eran recibidos además echando mantos, ramos de olivo y palmas a los pies de las monturas reales, alfombrando el suelo para que estos pisaran sobre ellos.
Las palmas o ramas de olivo no deben mantenerse como amuletos, o por razones terapéuticas o mágicas para disipar los malos espíritus o para prevenir daños que estos provocan en los campos o en las casas, todo lo cual puede suponer una cierta apariencia supersticiosa.
Las palmas y ramas de olivo se mantienen en el hogar como un testimonio de la fe en Jesucristo, el rey mesiánico, y en su victoria pascual.
¿QUÉ ESTABA HACIENDO JESÚS CON LA ENTRADA TRIUNFAL?
Papa emérito Benedicto XVI explica:
Jesús reclama el derecho de los reyes, conocido en la antigüedad, para requisar los modos de transporte.
La utilización de un animal sobre el que hasta ahora nadie se sienta es un signo más del derecho de reyes.
Lo más sorprendente, sin embargo, son las alusiones del Antiguo Testamento que dan un significado más profundo a todo el episodio.En la aclamación Hosanna, nos encontramos con una expresión de las complejas emociones de los peregrinos que acompañan a Jesús y a sus discípulos:
Alegría y alabanza a Dios en el momento de la entrada procesional, esperanza de que había llegado la hora del Mesías, y al mismo tiempo una oración para que el reino de David, y por lo tanto la realeza de Dios sobre Israel, fuera restablecida.